Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)
23.12.14
La Palabra se Hizo Carne
Veamos
la
alusión a un
texto de la carta a los Hebreos
(4,15),
que la cuarta plegaria eucarística resume de esta manera: (Jesús)
se encarnó
por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así
compartió en
todo nuestra condición humana menos en el pecado.
Compartió en
todo nuestra condición humana.
Conviene recordar que Dios
creó al hombre, varón y mujer los creó... y vio que era bueno
(Génesis 1,27). Desde el principio - y: en principio -
nuestra naturaleza humana es buena, tan buena que Dios mismo la
asumió. No se trata de una naturaleza etérea, general; se trata de
nuestra naturaleza concreta, hasta el último detalle. Crezcan y
multiplíquense (Génesis 1,28) dijo Dios. Nuestro deseo de
crecer, de defender y mantener nuestra vida, es de Dios. Nuestro
impulso de procrearnos, con todo lo que implica, es de Dios.
En la antigüedad hubo falsas
doctrinas (el maniqueísmo) que despreciaban el cuerpo, como algo
malo, algo que impide la vida espiritual. La iglesia condenó estos
errores. Hace pocos siglos volvieron a surgir bajo la forma del
jansenismo, que fue igualmente condenado por la iglesia. Sin embargo,
solapadamente esta tendencia se mantenía incluso en la enseñanza de
nuestra catequesis, e inconscientemente se transmitía a la gente un
enorme desprecio del cuerpo. Esto se conoce también bajo la forma
del puritanismo, que todavía está haciendo estragos en la vida
espiritual y en una plena felicidad matrimonial de muchos.
Resumiendo, y quizá exagerando un poco, se daba a entender - aunque
no se decía expresamente - que el cuerpo era malo; lo peor era el
sexo; y lo más virulento de todo era el cuerpo de la mujer. Sólo
Dios sabe cuánta angustia y complejos sufría la gente por siglos
enteros, y hasta hoy, porque no se enseñaba a apreciar el cuerpo
como don de Dios, sino a tenerle miedo y a despreciarlo como
impedimento en la vida espiritual. ¡Esto no es bíblico! Estoy
convencido de que el libertinaje sexual que observamos en nuestro
medio es una reacción - exagerada pero comprensible - a esta
represión.
La encarnación es un NO rotundo al jansenismo
y todas las tendencias negativas.
Éstas son
una espiritualidad del miedo, que no conoce la confianza, ni un Dios
digno de confianza. Eva,
hizo una ley para cumplir la ley: Podemos
comer de todos los árboles del jardín; solamente del árbol que
está en medio del jardín nos ha prohibido Dios comer o tocarlo,
bajo pena de muerte (Gen
3,2). Dios no había
dicho nada de no tocarlo.
Declaramos malo lo que no es malo.
Menos en el pecado
En
último término, nuestros pecados son fruto de nuestra desconfianza
en Dios, de nuestro miedo a la muerte, en su sentido más amplio:
de la pérdida de nuestra seguridad y de la vida misma, de la pérdida
del sentido de nuestra vida, de nuestra estima, del control sobre
nuestra vida.
Estamos separados de Dios hasta tal punto que incluso dudamos de su
existencia.
En vez de buscar la felicidad auténtica buscamos placeres pasajeros.
Acumulamos
bienes porque "no se sabe". Controlamos y sometemos a otros
para evitar ser sometidos. Así llegamos a la espiral de violencia
que, poco a poco, va perdiendo el respeto a los convenios mínimos de
convivencia humana y de entendimiento; con el resultado de una
violencia exacerbada e impune que pone en peligro la paz mundial.
Cristo
vino para restablecer la
relación
con Dios,
para inspirarnos la confianza en Él
como Padre amoroso.Así como los
hijos de una familia tienen una misma carne y sangre, también Jesús
participó de esa condición, para anular con su muerte al que
controlaba la muerte, es decir, al diablo,
y para liberar a los que, por miedo a la muerte, pasan la vida como
esclavos (Hebreos
2,14-15).
De allí que toda nuestra naturaleza humana vuelve a ser declarada
buena. La podemos vivir sin miedo, sin egoísmo, sin hacer daño a
los demás.De
allí, la relación entre hombre y mujer, incluyendo la relación
sexual, puede vivirse como sacramento, como expresión del amor de
Cristo a su iglesia. Esta
nueva vida es todo un camino largo
que se enfoca con más detalle en la liturgia del ciclo pascual.
Ahora, en este ciclo navideño, lo importante es aceptar la redención
de nuestra condición humana,
de nuestro cuerpo,
en todas sus facetas.
Aprovecho
para desear a mis lectores una Feliz Navidad. Que dejemos nacer a
Jesús dentro de nosotros, hasta que podamos decir con Pablo, ya
no vivo yo, es Cristo quien vive en mí.
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